Autovirante con riel horizontal (izq.) Puño de escota adicional que permite tomar un rizo sin destruir la vela (dcha.).
El foque autovirante (self tacking jib), como todos los elementos del barco, es un compromiso entre muchos factores que varían si es para un «day sailer» de una navegación sin compromiso, dar la vuelta al mundo o participar en la Fastnet Race. Es por ello que el foque autovirante es una buena idea que tiene 100 años y hace algunas cosas bien y otras no tanto.
El concepto no es una novedad. En la época en que todo se estiraba, rompía y no había winches, las trinquetillas con botavara eran una de las pocas cosas que afortunadamente no había que manejar en cada virada por avante en los barcos de aparejo cutter con yankee sobre el botalón.
En un barco de crucero, la posibilidad de no tocar ninguna escota al virar es una idea fácil de vender. Creo que su mayor virtud es la poca atención que es necesario darle, o sea, es una vela que no protesta, no flamea y hay un solo cabo que laborear. Otro tema es su eficiencia, pero en comodidad no tiene competencia. Esta ambigüedad es discutible, por ejemplo, en un barco de regata, moderno, de alta performance con sus pesos bien distribuidos y tripulación infatigable para trimar, pero en el caso del crucerista, la eficiencia es un aspecto secundario.
Para embarullar más el tema, hay que tener en cuenta que veleros con cierta antigüedad fueron diseñados y construidos para portar génovas y el tener solo un foque, sin solape con la mayor, en la proa los haría inviables para navegación con vientos suaves y medios. Con vientos suaves de ceñida y con un poco de ola de proa, el foque no tiene la superficie adecuada para producir la potencia necesaria para navegar decorosamente, también al derivar con vientos a partir de 50 grados, al filar escota la baluma se abre y flamea generando muy poca potencia.
En el otro extremo, si el viento aumenta mucho no se puede reducir la superficie enrollando un poco ya que, como el riel es banda a banda, no hay posibilidad de mover el carro hacia adelante y no habrá la suficiente tensión en la baluma. Si no se tiene muy claro lo que sucede y la baluma sigue flameando, es imposible conseguir que deje de flamear dando más tensión a la escota. El único efecto concreto es el estiramiento o la destrucción del pujamen pero nunca se logrará una correcta tensión de baluma.
La geometría nos dice que con estos elementos es imposible enrollar parcialmente el foque y reducir la superficie o tomar un rizo. Como no se puede mover el carro hacia adelante nunca lograremos que la vela deje de flamear y, si insistimos, romperemos el pujamen o quedará totalmente estirado.
Nuestra vieja artesanía del velero lo soluciona con un puño de escota extra sobre baluma que permitirá tener el ángulo correcto de tiro de escota con la vela parcialmente enrollada, es imprescindible usar una nueva escota. Aunque es una buena y práctica solución, no tiene muchos adeptos, porque la gente prefiere la comodidad de dejar todo como está al esfuerzo de poner una nueva escota.
Se puede salir al mar por infinitas razones, todas saludables, pero si lo hacemos para navegar a vela, pretender hacerlo sin ningún esfuerzo es un contrasentido: izar, arriar y trimar las velas es parte de la diversión. Para la comodidad total, el sillón frente al televisor no tiene competencia.