Obviamente tiene razones económicas para ello, pues se trata de un cargo ejecutivo con un sueldo (83.000 euros anuales) cuya mitad para sí querría mucha gente en este país, pero no creo que el dinero compense el desgaste personal y de imagen que está sufriendo José Ángel Rodríguez desde hace meses. Lo mejor, para él y para la vela, sería que dimitiera, cuanto antes mejor, y que se constituyese una junta de transición para hacer frente a la emergencia económica de la entidad.
Rodríguez llegó a la RFEV con el objetivo imposible de no parecer un delfín de su antecesor, Gerardo Pombo, que fue quien se metió de lleno en el lío de organizar el Campeonato del Mundo de Vela de Santander, al que se le calculan unas pérdidas cercanas a los 600.000 euros. Sólo este agujero justificaría sobradamente la salida del presidente, pero hay otros motivos aún más graves. La vela, el deporte que más gloria olímpica ha aportado a España, podría regresar de Rio sin un solo podio. Esta posibilidad, impensable en anteriores citas, no es en absoluto descabellada.
Ello se debe a la desmoralización de un equipo de excelentes y esforzados deportistas que no ha dispuesto de los recursos mínimos para preparar los Juegos porque la Federación, sea por lo que sea, no se los ha facilitado. Cierto es que la crisis ha pasado factura, pero también lo es que cuando hay poco dinero, éste ha de destinarse a los deportistas.
Otra de las razones para la dimisión es la falta de apoyo. Si 13 federaciones territoriales, entre ellas la balear, con los importantes clubes de Palma y el Arenal al frente, deciden presentar una moción de censura contra el presidente, la salida más digna es evitar la votación (para no contribuir a una mayor división), aceptar que el tiempo de uno ha pasado y dejar el camino libre para la apertura de un nuevo ciclo en el que, como demandan todos los estamentos de la vela, la gestión de la RFEV sea sostenible y transparente. No se puede gobernar una federación contra las entidades territoriales y contra una parte importante de los clubes náuticos. No se trata de decantar la balanza con unos pocos votos, sino de iniciar un proceso de renovación conjunto en el que Rodríguez no debe participar. Aún está a tiempo de demostrar que es una persona responsable y que no antepone intereses personales a los de la institución a la que representa.
En Baleares sabemos lo que es tener una federación de vela sin rumbo ni objetivos. Ahora que las cosas se están haciendo bien, de la mano de Chimo González Devesa y su equipo, apenas nos acordamos del pasado reciente, pero no hay que olvidar. Es muy fácil destruir el trabajo de años, incluso hundir una tradición, pero es enormemente complicado y lleva mucho tiempo reconstruir una estructura sólida desde la base.
La RFEV necesita cambiar por completo su modelo, empezando por el sistema de elección de la presidencia y tomando como referencia la fórmula de los clubes náuticos, asociaciones sin ánimo de lucro que soportan todo el peso de la promoción de la vela, que organizan regatas sin perder dinero con presupuestos reducidos y que, haciendo del sentido común su principal valor, han sobrevivido a la larguísima tormenta de la crisis.