El Palma International Boat Show 2021 fue mas pequeño y menos visitado que su versión de 2019, y sin embargo creció exponencialmente dejando a esa versión de 2019 pequeña, allá a lo lejos. Porque en un Boat Show en 2021, y sobre todo el que inicia la temporada, los números no son la prioridad. Son importantes, sí, pero mucho más importante es la anchura y longitud del camino que se abre al futuro.
Hubo cosas en contra: el inesperado cambio de fecha, que provocó muchas críticas en ese momento razonablemente fundadas, la necesidad de establecer un protocolo sanitario bastante estricto, especialmente aquí en Baleares donde los cambios de estrategia Covid llegan de repente y a tropezones, la dificultad de los astilleros y fabricantes de entregar embarcaciones, y lo difícil de viajar, y muy especialmente desde el extranjero. Las últimas 6 ediciones del Boat Show atrajeron un grupo de profesionales guiris que se hizo notar, y que a su vez fue una excelente herramienta de marqueting en origen (su origen). Digo excelente porque casi todo el mundo puede contratar un diseñador gráfico y un experto de marqueting y crear una campaña, pero cuando un profesional de la náutica le comenta a otro que esto o aquello es muy bueno, la recepción y validez del mensaje es mucho más contundente. Ese visitante es importantísimo, y este año lo tuvo difícil para asistir.
El tiempo tampoco ayudó, aunque tampoco impidió nada. Pero sabemos que ante la duda el palmesano y el isleño sacan el morro por la ventana, ven nubes y viento, y se quedan en casa.
Hubo un 10% menos de stands contratados. Hubo menos embarcaciones exhibidas y amarres vacíos por una postura inflexible de dos concesiones, una situación mal encarada y totalmente innecesaria. Hubo un control exhaustivo del aforo, y sólo podían comprarse entradas por Internet. La gente agrupada en los bares y restaurantes era un riesgo por considerar. No se permitieron fiestas ni eventos en los stands por esa misma razón.
Y aún así, funcionó. Y funcionó muy bien. En mis casi 40 años en Mallorca nunca había visto a la náutica tan cohesionada. Fuimos la yunta perfecta, tirando todos en la misma dirección. La versión virtual en paralelo fue dinámica e interesante y complementó muy bien la difusión. Esto no significa que no haya cosas que haya que mejorar, porque las hay, y unas cuantas, así como gente descontenta, quienes merecen ser escuchados, pero quedé encantado con lo que encontré: expositores y visitantes cumpliendo naturalmente con los protocolos, una actitud general muy positiva, los bares y restaurantes funcionando con pedidos vía código QR, pero había también un camarero que ayudaba a quienes como yo tienen el fusible más bien corto con la tecnología, ya que mandar el móvil a las profundidades portuarias es una horrorosa práctica medioambiental.
Hablé con muchos de los expositores y me encontré con una actitud de apoyo al evento, un convencimiento de que este año era mas importante estar allí que el negocio que se pudiera hacer (aunque el negocio siempre sea importante). Nos unió el común denominador de haber estado 15 meses sin saber cómo íbamos a terminar, palo tras palo, el miedo al bicho, la hostia emocional, la incertidumbre que aquí en Baleares se hizo notar enormemente. En este Boat Show todo el mundo, organizadores, profesionales y aficionados, nos sacamos parte de ese peso de encima, fue el valor agregado de una catarsis inesperada.
El Palma Boat Show tuvo más de retorno triunfal que de tímida vuelta al ruedo. Y lo hemos conseguido todos. Enhorabuena.