La borrasca Gloria ha dejado unos cielos increíblemente limpios donde las estrellas brillan como nunca y su luz se ve saltarina. Por encima de todas está Sirius, la más radiante, que seguro la han identificado fácilmente al anochecer si van o vienen por el pantalán o disfrutan saliendo a pescar calamares.
Es fácil dar con ella por su luminosidad y nos sirve como punto de partida para unir tres constelaciones mediante el triángulo de invierno. Sirius del Can mayor se une a Procyon del Can Menor y a Betelgeuse de Orión, el cazador. Juntas van tras Tauro atravesando el cielo.
Sirius, además, es una estrella binaria, son dos soles donde el más pequeño, Sirio B, rota alrededor de Sirio A cada 50 años. Un detalle astronómico más: ambas son unas de las 10 estrellas más cercanas a nosotros, por lo que serán unos de los primeros puertos a los que arribaremos en un futuro.
Siendo la estrella más brillante ha tenido un papel en distintas culturas a lo largo de la historia. En Egipto su orto heliaco –su aparición en el horizonte tras desaparecer en el horizonte– indicaba la crecida del Nilo y el momento de la siembra en los márgenes del río. En Grecia su aparición se asociaba a los días caniculares, los de mayor calor y ya es citada en el siglo VII a.C. por los muchos colores con los que brilla. En la Polinesia marca el camino para llegar a Fiji aunque aquellos navegantes no veían un perro ya que la asociaban a Manu, una constelación con forma de pájaro.
Un apunte más, nada que ver con la astronomía. Sirius es también el carguero/pesquero en el que se embarca Tintín para buscar el Unicornio en El secreto de Rackham el Rojo, pero aparece también en La estrella misteriosa. Un día deberíamos hablar de todos los barcos que pueblan las historias de nuestro reportero favorito.