¿Cómo lo haremos para llegar a Ciutadella?-preguntó Pedrete.
Mira –contestó Bermudo- si hubiéramos salido desde Alcudia sería fácil: pondríamos nuestra popa en el Cabo Menorca y todo recto hasta llegar a la isla. Desde aquí tenemos que caer un poco a babor y cuando tengamos la enfilación de la Punta Avanzada y el Puig de María hemos de mirar el compás y no desviarnos de allí. Daremos a la altura de Punta Nati pero como soplará tramuntana derivaremos algo al Sur, Ciutadella debería aparecer por la amura de estribor.
Comenzó a soplar tal como había pronosticado el capitán de puerto el día anterior, halaron las escotas y ciñieron un poco en busca de la enfilación. Mientras Pedrete y Bermudo buscaban la enfilación Dominique se percató de un pequeño jabeque en el Cabo Pinar.
¡Tenemos compañía!
Efectivamente, la actividad en el otro barco comenzó en seguida, Izaron el trinquete y la mayor, soltaron el foque y sacaron un par de larguísimos remos para coger arrancada.
¿Qué querrán estos?- musitó Bermudo.
¡Pam!¡Ziuuuus! Un tiro restelló y en seguida oyeron el zumbar de la bala. Desde el jabeque izaron un gallardete rojo en la mesana. Dominique y Bermudo se miraron asombrados, ¿piratas?¿no tomamos prisioneros?¿de dónde han salido estos cretinos?
- Pedrete, metete en la cabina y no salgas bajo ningún concepto. Dominique, reenviemos toda la maniobra por dentro del velero y coge la tapa del pozo de ancla, la usaremos como parapeto en la bañera.
Comenzaba la persecución, el Arcángel estaba más a barlovento por lo que podía marcar al jabeque pero este, con unas líneas finas y alargadas, demostró ser más rápido que la goleta. Sólo quedaba ceñir y tratar de que perdieran terreno haciendo bordos para tener que maniobrar el dogal, la trossa y la estrellera de las tres antenas continuamente. Pero tras media docena de viradas por proa el desenlace estaba claro, los piratas se acercaban más y más, los tiros mantenían su cadencia y se veía claro que trataban de dar a las drizas para desarmar las velas del Arcángel.
La distancia se acortaba y Dominique rebuscó en el barco: un hacha, un cuchillo grande, dos cuchillos medianos y sus respectivas navajas de maniobra. El francés apañó un chuzo con un bichero y uno de los cuchillos medianos.
Un tiro astilló la tapa del cofre, estaban realmente cerca. Una virada más.
De repente Bermudo se dio cuenta que no les buscaban a ellos ni al barco. Entró en la cabina, cogió el hacha y partió el cofre del hielo, al segundo hachazo sobre el hielo salieron a la vista unas joyas.
- ¡Dominique, nos han engañado! No llevamos hielo si no diamantes y los de ahí afuera lo saben.
Bermudo asomó la cabeza por el tambucho y vio la enorme antena del jabeque a tiro de piedra.
- Rápido, Pedrete, coge un cabo fino y haz un puño de mono.
El niño, muerto de miedo, comenzó a hacer el nudo, tres vueltas alrededor de la mano, pasó el chicote perpendicularmente, tres vueltas más sobre las anteriores, tres vueltas por dentro, tiró del chicote, azocó bien el nudo. Al acabarlo se lo dio a Bermudo que empalmó el otro extremo del cabo fino a otro más grueso. Era la última maniobra y no podían fallar. Toda la caña hacia la vela y…
-¡Ahora, Dominique!
Caña hacia barlovento y largar las escotas. La trasluchada de la goleta pilló por sorpresa al jabeque. El francés subió a la bañera y corrigió el rumbo con la proa directo al oponente. Bermudo hizo girar el puño de mono sobre su cabeza y, cuando este cogió velocidad, lo lanzó hacia el puño de pena consiguiendo que se liara con la osta que controlaba el balanceo de la antena mayor del jabeque.
Ahora! Orzada a muerte del Arcángel mientras Bermudo hacia firme el cabo a la cornamusa de la aleta de estribor. Pedrete desde el interior del barco cazó las escotas y la súbita velocidad de la goleta consiguió forzar el paso de la antena de un lado a otro, una trasluchada china en toda regla, rasgado de la mayor desde la baluma al pujamen, el jabeque perdía su vela mayor. Una maniobra más y el Arcángel emproó hacia Menorca.
- Pedrete, tu nudo nos ha salvado.
Repaso a los daños, izado de la escandolosa y el fisherman, todo el trapo izado a un largo y un ojo por la popa durante las seis horas de travesía. Mientras Dominique llevaba la caña Bermudo revisó las joyas, era un tesoro el que estaba enterrado en el hielo.
En el Passeig des Moll unos señores se sorprendieron al ver llegar a la goleta.
-No ha llegado mucho hielo pero creo que tendríamos que revisar nuestro acuerdo. Tenemos aquí unas piezas que no se han fundido.