Pero es un «despropósito» ahora. No lo era hace 12 años, cuando Angel Matías y Justo Aguado dibujaron su plan director del puerto de Palma (con el famoso segundo dique del oeste), y no lo era en la anterior legislatura de José Ramón Bauzá, cuando también se esbozó una marina (aunque tal vez no tan grande) en la misma ubicación.
Es decir, el puerto es un «despropósito» político, no técnico, y esa visión podría cambiar tan pronto como cambie el gobierno. Con esto no estoy defendiendo esta obra, que me parece excesiva y hasta hilarante en algunos de sus aspectos. Eso de que Palma necesita un yacht club como el de Mónaco para agasajar a sultanes y otros magnates que decidan recalar en nuestra ciudad con sus yates suena un poco disparatado.
Pero hay algo en lo que a los promotores de la Palma Superyacht Marina no les falta razón, y es que, a pesar de muchos intentos, el puerto de Palma no tiene plan director, de modo que los instrumentos de planificación –los que dan soporte jurídico a cualquier reforma que se lleve a cabo en nuestra dársena–, son otros.
Miguel Juliá, portavoz de la promotora, considera que la marina para 400 amarres de 25 a 200 metros se ajusta al Plan Especial de 1997 y es respetuosa con la filosofía de desarrollo urbanístico del Front Marítim Palma Litoral, que divide el paseo frente al mar en varios tramos. Esta opinión está basada en un informe jurídico que quizás podrá rebatirse con otro que diga lo contrario. No se puede negar, sin embargo, que hay materia para debatir y que tal vez el «despropósito» no lo sea tanto si nos atenemos a las legalidad vigente. Las cosas no son tan simples como nos las pintan los políticos y, créanme, este proyecto puede ser desproporcionado, innecesario y todo lo que ustedes quieran, pero no es ninguna broma. Hay bastante dinero invertido en su diseño, cuenta con informes económicos y jurídicos favorables, y parece que hay detrás de él empresas importantes, de las que no acostumbran a dar soporte a ideas temerarias.
Cada gobierno autonómico ha hecho su propio plan, que ha sido descartado por el siguienteEsto es así, como decía, porque nuestros políticos, con independencia de su color, no han sido capaces de consensuar el puerto que Palma necesita para los próximos 50 años, lo que abre posibilidades tan llamativas como la que hoy traemos a estas páginas.
Cada gobierno autonómico ha hecho su propio plan, que ha sido descartado por el siguiente... Y así hasta 2017, en que, con mucha suerte, conoceremos un nuevo proyecto donde no se contemplan apenas ampliaciones (en la legítima línea ideológica del Pacte) y que, salvo que sea negociado con la oposición –algo que no ocurrirá–, tendrá la vigencia de una sola legislatura, que es la de un papel mojado.
No hace falta ser muy listo para ver que a los promotores de Palma Superyacht Marina no les interesaba lo más mínimo dar conocer su proyecto en este momento, dada la coyuntura política. No habían hablado con ninguna institución porque, sencillamente, no les interesaba. Estaban esperando a que soplaran mejores vientos. La filtración de los planos a la prensa les ha obligado a dar la cara, pero hubieran preferido sin duda lanzar la idea con otro gobierno.
Huelga decir que esto no ocurriría si la planificación de la infrestructura más importante de nuestra isla fuera el fruto de un gran acuerdo, donde los principales partidos fueran capaces de ceder y no tuvieramos que asistir, en esto como en tantas otras cosas, a una representación práctica de la teoría del péndulo, yendo del todo a la nada.