La nueva Mesa de la Náutica garantiza que el sector será, al menos, escuchado. Fotografía: Adobe Stock
En circunstancias normales, me mostraría muy escéptica ante la creación de una Mesa para el diálogo, fuese cual fuese su pretendida función, pero en el caso de la náutica debo reconocer que resulta esperanzadora, teniendo en cuenta de donde venimos. En cuestión de un año hemos pasado de criminalizar al sector y a los usuarios del mar, de regular la costa a base de prohibiciones y restricciones en muchos casos absurdas, a considerar que la opinión de los afectados merece, como mínimo, ser escuchada.
Dejando a un lado las dudas que me suscita una Mesa con 25 integrantes –no quisiera ser yo quien tuviera que moderarla–, lo realmente importante es que, por fin, los navegantes, los amarristas y las patronales portuarias tendrán la posibilidad de expresarse y, quizás, hasta influir en las políticas autonómicas que les incumben. Esto equivale a reconocer la existencia de todos los citados actores después de un larguísimo periodo en el que han sido ignorados y ninguneados. Recordemos que la anterior presidenta autonómica ni siquiera respondía a las solicitudes de audiencia provenientes del sector, salvo que tuvieran alguna vinculación directa con el partido socialista, y que los navegantes de recreo fueron señalados de manera reiterada como responsables de la degradación del mar.
Me parece, por tanto, muy relevante la publicación en el BOE del pasado 22 de junio de la resolución que convierte en realidad la Mesa de la Náutica de las Islas Baleares, al tratarse de un gesto impensable en las dos legislaturas pasadas y que viene, por un lado, a recompensar la labor de muchas entidades que lucharon por defender la reputación del sector (especialmente de sus usuarios) y, por otro, a reconocer la existencia de un colectivo de ciudadanos al que, por razones que nunca he terminado de entender –me inclino por ciertos prejuicios ideológicos y políticos–, se le daba la espalda.
Es una excelente noticia que la Mesa incluya entre sus miembros permanentes, además de a los representantes de diversas asociaciones, a las pricipales entidades científicas de Baleares. Como suele decir el presidente de FANMED, Biel Dols, el diálogo y la ciencia son los ingredientes esenciales para una gestión marina verdaderamente sostenible, entiendiendo que la sostenibilidad se alcanza a través de un complejo equilibrio medioambiental, social y económico.
Hay en este momento tres cuestiones candentes que la Mesa deberá debatir y resolver. La primera es la regulación del fondeo en el Mar Balear, una vez que los campos de boyas han sido aceptados como la mejor solución para aquellas zonas en las que el uso de las anclas resulta perjudicial para especies protegidas. Encontrar un modelo de gestión que satisfaga a todos los implicados y que no genere agravios con otros usuarios de espacios naturales públicos (como la montaña) debería ser el objetivo prioritario del nuevo órgano.
Otros asuntos que preocupan al sector, y que deberían ponerse en la carpeta de prioritarios, son la poca regulación existente en el uso de embarcaciones de alquiler sin licencia (uno de los temas «estrella» del foro de seguridad organizado por Gaceta Náutica) y las enormes trabas burocráticas a las que se enfrentan los puertos deportivos de las Islas a la hora de realizar dragados. La Mesa tiene mucho trabajo, esperemos que sea capaz de sacarlo adelante.
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