Vito Dumas. Argentino del montón, de un país que había sido grande y comenzaba a decaer. Murió de un derrame cerebral después de una vida de excesos físicos cometidos en las etapas anteriores de su vida que lo habían llevado a ser una leyenda en casa y afuera.
Había batido el récord mundial de permanencia en el agua (nadador de fondo), había boxeado en el club Gimnasia y Esgrima, había navegado Archachon-Buenos Aires a principio de los años 30 en un velero de 15 metros diseñado para regatas de día, y que había comprado con el dinero que llevaba para cruzar a nado el Canal de la Mancha.
El dinero no alcanzó (esa es la historia oficial). Sin embargo, Vito decidió no seguir con el desafío cuando se enteró de que una inglesa lo había conseguido poco tiempo antes. “Ser segundo es lo mismo que ser último”, dijo. Y para colmo de males, ser segundo de una mujer: inaceptable para un porteño de esa época. Vito Dumas decidió no volver a su patria con las manos vacías y hacerlo de una manera especial: navegando en una embarcación deportiva. Consiguió a “le You”, antes “Titave II” en un astillero, propiedad de Mr. Bossuet, en el que estaba a punto de ser desguazada (según Mr. Bossuet, me iba a calentar los pies desde la estufa). Se le hacen unas reparaciones básicas para aguantar semejante viaje, y la rebautiza LEHG, iniciales de un amor que duró 20 años llevado con una discreción extrema dada la alcurnia de la dama en cuestión.
Cambiarle el nombre a un barco trae mala suerte, y seguro que Vito lo sabía. Cuando la botan la hace bendecir por el párroco de St. Ferdinand, la iglesia cercana, rociándola con agua bendita mediante unas ramitas de olivo. Zarpó con ganas y poca cosa más. Mr. Bossuet, desde la costa, le comentó a su hijo: mañana habrá madera en la arena, dicho local descriptivo de los accidentes usuales al intentar negociar la barra fuera del puerto. Hizo escala en Vigo, Agadir, Canarias, Mostardas (donde dormido varó y embarrancó en la playa, y tardó más de un mes en reflotarlo), Rio Grande y Montevideo y al llegar a Buenos Aires le esperaba un gentío que lo llevó 300 metros en andas, en uno de esos exabruptos de pasión patriótica, hormonas que fluyen y memoria corta.
Vito era alguien del montón que había eclipsado la hazaña similar que, con el “Ingrid”, cuatro miembros de la clase alta porteña habían logrado unos meses antes. Del “Ingrid” se hablaba en el Yacht Club Argentino, del “Lehg” en todo el país. Vito era la personificación del argentino medio que había conseguido una proeza, algo imperdonable para la división de clases. Se le gestó una leyenda negra de “mufa” y “yeta” (portador de la mala suerte). Entretanto, la noticia de su logro llega a Europa y su nombre se hace habitual en clubes, asociaciones, pubs, astilleros y aficionados. Vito Dumas dona el Lehg al Museo de Lujan, con excepción del palo mayor, que sería usado como palo del Lehg II. Germán Frers padre (Don Germán), en su astillero del puerto de frutos de Tigre, le había dicho que reparar el Lehg no tenía sentido.
Un excelente navegante noruego, Al Hansen, llega a buenos Aires en 1934 y se junta varias veces con Vito para comparar vivencias de solitario. Sorprendido por los conocimientos del argentino y su generosidad al compartirlos, le regala su cronómetro de a bordo, un Solvil, marca suiza creada por Paul Ditisheim, de familia de relojeros de siempre, todavía existente. Para ser cronómetro marino, un reloj debía poder dar la hora con una precisión que permitiera calcular una longitud con una precisión de más de un tercio de grado (un error de no mas de cinco segundos en tres meses), regla que habían impuesto los ingleses (Longitude Board o Junta de Longitud) en 1714. Desde 1924, sintonizando la onda larga de la BBC, se podían escuchar los tonos horarios (6) al dar cada hora, y verificar el buen funcionamiento del cronómetro o reloj de a bordo. Vito no podía hacerlo porque no disponía de radio.
Este cronómetro Solvil está todavía en posesión de la familia de Vito Dumas, en Buenos Aires. Al Hansen pondría rumbo al Sur, sería el primer navegante cruzando el cabo de Hornos al revés (de E a O) y zozobraría en la costa chilena de Chiloé, muriendo allí.
Vito quería volver a estar solo en la mar, y le pidió a Manuel Campos, diseñador de bellezas cuya diferencia con Sorolla, Monet o Turner era que las suyas eran tridimensionales y flotaban, que le creara un velero con el que pudiera circunnavegar la Tierra. Nació el Lehg II, 9,55 metros de eslora, doble proa y quilla larga para la estabilidad de rumbo (cosa que le permitía amarrar la caña de timón e irse a dormir), exterior de la cabina terminada con lona pintada, sistema infalible para la estanqueidad (y que yo utilicé todavía en los años 70, en el Tigre Sailing Club). El palo mayor es del Lehg original, el del viaje desde Arcachon. Vito, habiendo probado el Lehg II en varios viajes a Brasil, llega a la conclusión, después de una vuelta de campana durante una tormenta cerca de Punta del Este, que el barco era bueno.
Se queda sin dinero y vende el Lehg II a un amigo con la condición de poder recomprarlo en el futuro por el mismo precio, dedicándose durante unos 6 años a explotar una pequeña granja agrícola. Lo recompra, lo prepara, y a mediados de la segunda guerra decide circunnavegar de oeste a este a través de los 40 bramadores “para enseñar a la juventud que hay valores más allá del dinero y lo material”. Temía que lo pudieran confundir con un barco espía, y decidió entonces no colocar motor, ni baterías, ni radio. Cargó 400 botellas de leche esterilizada, 200 litros de kerosene para cocina y luz, y unos 200 kilos de chocolate, carne seca, galletas y otros alimentos no perecederos, la lluvia se ocuparía de ir llenando el depósito de 400 litros de agua cuando fuera vaciándose. Antes de zarpar, un amigo le preguntó cuánto dinero llevaba y ante la evidencia de los 10 escasos pesos, le dio 10 libras esterlinas. Vito le agradeció, comentándole: “¿Y dónde querés que las gaste mientras navego?”
Los guardacostas (prefectura naval) no le permitieron hacer el rol para circunnavegar porque Vito no tenía ninguna licencia de navegante, ni siquiera un Pilotín, con lo que hizo rol a Montevideo, y allí consiguió que le despacharan a Ciudad del Cabo. Tenía una uña infectada cuando zarpó, que se transformo en una inflamación del brazo derecho a punto de gangrena. Una semana después, mientras atravesaba el Atlántico, decidió cortárselo. Su egolatría estaba pasando factura, ni era invencible ni era todopoderoso. Una noche, mientras dormía, el brazo supuró y por la mañana comenzó a sanar. En medio del Atlántico, al abrir una lata de galletas, encuentra una nota del tendero que las había suplido, deseándole mucha suerte en su aventura y manifestando su orgullo de haber podido contribuir a ella, lo que le quiebra el alma y le hace llorar abiertamente ante mar, nubes y cielo como testigos.
El peor momento del viaje fue la calma de varios días cerca de Tasmania, donde se “sentía morir” ya que esa tranquilidad absoluta le daba la impresión de ser la Muerte al acecho. En la tormenta, decía Vito, “se lucha, hay vida”. Su viaje duró 15 meses, se le recibió nuevamente como a un héroe. Posteriormente el general Perón, político cañero de la época con ganas de presidencia, le otorgó todo tipo de homenajes incluyendo en 1949 el grado (máximo posible) de Teniente de Navío de la Reserva Naval Principal, más para mosquear a la Armada, sus naturales enemigos políticos, que por otra cosa. Mucha foto de uniforme con autoridades e incrementando su muy inocente popularidad, lo que tuvo el efecto de cólico renal y dolor de muelas al mismo tiempo en la elite porteña. Perón creó y le dio a dirigir una escuela de náutica, y los maestros Francisco Canaro y Carlos Di Sarli le dedican la marcha “Vito Dumas” y el tango “El navegante”, respectivamente. Unos años después, Vito se hizo de nuevo a la mar rumbo a Nueva York nuevamente a bordo del “Lehg II”.
Cuando llegó cerca de Manhattan se encontró con una actitud muy fría por razones diplomáticas, ya que el embajador de USA en Argentina había intentado, sin lograrlo, que Perón no ganara las elecciones por ser germanófilo y haber sido entrenado por Mussolini en Italia años atrás (aunque hay otras versione pero todavía no bien fundamentadas). Sin llegar a recalar, Vito puso rumbo a Cabo Verde y poco antes de llegar cayó hacia el Sur, para Volver a Buenos Aires. Perdió 20 kilos y casi muere por malnutrición y beber agua de mar. Volvió a intentarlo y lo logra con el “Sirio ”. de 7 metros x 2,20 de manga. Cuando llegó de vuelta a Buenos Aires (el Sirio se vendió en Nueva York), acababa de producirse el golpe de estado de 1955 que derrocó a Perón. En argentina existían dos posiciones: peronista (partido prohibido) o antiperonista (también llamados gorilas), cuyo liderazgo ostentaba la Armada. Nadie lo llevó en andas y como enemigo del régimen por haber aceptado homenajes de Peron, la suerte de Vito estaba echada: era un paria. Recuerdo claramente dos cosas: cuando se me ordenó, en el Liceo Naval 1967-1971, no pronunciar el nombre maldito, y que uno de mis tripulantes porteños aquí en Mallorca, cuando se mencionaba a Vito se tocaba el huevo derecho con la mano izquierda, conjuro heredado de los italianos para alejar la mala suerte.
Vito Dumas fue nadador, fotógrafo, ajedrecista, boxeador, pintor y aviador, y destacó en todo. Bernard Motessier y Francis Chichester recurrían a sus relatos para correr tormentas por la aleta durante sus viajes en solitario 30 años después del viaje del Lehg II.
Fue un “navegante natural” sin estudios ni experiencia previa. Su lado egocéntrico le llevó a practicar deportes y actividades en solitario, y a decidir que la navegación primaba sobre su vida familiar. La única excepción conocida fue la Sra. LEHG. También fue extremadamente generoso toda su vida, una vez un admirador le regaló una casa, que Vito vendió inmediatamente, comprándose un Packard 1947 y repartiendo lo que quedaba entre sus amigos menos favorecidos. Le gustaba la buena vida cuando estaba en tierra, su bebida preferida era el champagne.
En los 80 se comenzó a recuperar la verdadera historia gracias a la biografía “Vito Dumas – Testimonios de la Leyenda” escrita por Ricardo Cufré y Roberto Alonso. El 30 de septiembre de 2000 sus restos fueron transportados del Cementerio de Olivos al Panteón Naval del Cementerio de la Chacarita, en Buenos Aires, un tímido y vergonzoso reconocimiento póstumo de sus hazañas deportivas.
Sólo hicieron falta 50.835 millas y 57 años para que la Armada Argentina le perdonara haber sido el mejor navegante solitario que existió. Teniendo en cuenta que el Vaticano tardó 359 años en levantarle la excomunión a Galileo, la Armada ha sido bastante discreta.
Notas interesantes:
Sirio era el nombre de su perro fox terrier.
El "Sirio" fue quemado por su dueño en Nueva York para no seguir pagando el costo del varadero.
El "Sirio II" se encuentra en un estado impecable en el Club Náutico Mar del Plata.
El "Lehg" se exhibe en el Museo de Luján, a unos 70 kilómetros de Buenos Aires.
El "Lehg II", abandonado por la Armada, fue rescatado y reconstruido por Carlos Perdomo, a quien Astilleros de Mallorca le fabricó la goleta de 64m Jessica, en 1984. Perdomo se hizo cargo de todos los gastos de reparación y luego lo donó al Museo Naval del Tigre.
Vito Dumas no nombra a su hijo ni a su esposa en ninguno de sus libros. Se acerca a su hijo una vez que había dejado de navegar y establece la relación hasta ese momento inexistente.
L.E.H.G., su amor de 20 años y muchas veces mecenas, le pide a Vito que deje de navegar. Vito hace oídos sordos. L.E.H.G. le quema parte de sus pertenencias como venganza. Fue el final de la relación.