Jorge Juan y Felipe Bauzá, dos sabios olvidados de la Ilustración española

Un acto celebrado en el Real Club Náutico de Palma recupera la memoria de dos de los marinos más importantes del siglo XVIII y XIX. Os contamos quiénes fueron y qué hicieron.

Jorge Juan de Santacilia y Felipe Bauzá y Cañas.

España seguía siendo en el siglo XVIII una gran potencia internacional, con posesiones repartidas por todo el orbe. El sostenimiento de aquel vasto territorio exigía disponer de una fuerza naval capaz de defender las plazas americanas y plantar cara a la todopoderosa Armada británica en cualquier escenario. Por desgracia, la enseñanza en nuestro país ha recalcado en demasía las derrotas y desastres, ha ignorado los éxitos y ha condenado al ostracismo a figuras históricas de enorme talla, como si la Ilustración hubiera pasado de largo. 

Muchos de los compatriotas marinos de aquella época de grandes cambios destacaron por ser magníficos militares y, a la vez, científicos de primer orden. Tales fueron los casos del alicantino Jorge Juan de Santacilia (1713-1773) y del mallorquín Felipe Bauzá y Cañas (1764-1834), cuyas aportaciones en materia de astronomía, construcción naval o cartografía marcaron importantes hitos en la historia del conocimiento. El primero, entre otras muchas cosas, midió el meridiano de la tierra, para lo cual tuvo que viajar hasta el Perú; el segundo cartografío la expedición de Alejandro Malaspina y sus mapas acabaron contribuyendo al éxito de la travesía científica del Beagle que, ya en el siglo XIX, derivó en la teoría de la evolución del Charles Darwin.

Ambos personajes fueron homenajeados ayer (y en cierto modo rescatados del olvido) en un acto organizado por la Expedición JJ23 y celebrado en el Real Club Náutico de Palma con motivo del 250 aniversario de la muerte de Jorge Juan, efeméride que está sirviendo de pretexto para la divulgación de la Marina de la Ilustración a través de un ciclo de ponencias y semblanzas itinerante por diferentes puertos españoles.

JORGE JUAN DE SANTACILIA

El jefe del sector naval de Baleares, capitán de navío Javier Núñez de Prado Aparicio, fue el encargado de glosar las aventuras y logros científicos del marino, ingeniero naval, científico y literato Jorge Juan de Santacilia, conocido en su época como “el sabio español”, creador del Observatorio de la Armada, modernizador de la construcción naval y del diseño de astilleros y arsenales de nuestro país, así como autor de los trabajos que terminaron demostrando que la esfera terrestre está achatada por los polos.

Jorge Juan, nacido en Nolvelda (Alicante) y que desde muy joven dio muestras de poseer unas capacidades poco comunes para las matemáticas y la física, tuvo una vida muy intensa. Aunque su trascendencia histórica guarda mayor relación con sus logros científicos, participó como marino en importantes acciones militares y llegó a infiltrarse como espía en los astilleros de la Corona Británica para obtener información acerca de las técnicas de construcción de la que por entonces era la mayor potencia enemiga de nuestro país. Esta última acción le valió su ascenso a capitán de navío.   

Poco antes de morir, a la edad de 60 años, Jorge Juan escribió una dura carta al entonces Rey Carlos III por su subordinación al modelo naval francés, vaticinando graves pérdidas en el futuro. Aquellos pronósticos oscuros se hicieron desgraciadamente realidad el 21 de octubre de 1805, cuando la flota franco-española sucumbió al poderío de los navíos ingleses en Trafalgar.

Antes de todo esto, con sólo 21 años, viajó al Virreinato del Perú para zanjar la controversia que mantenían los científicos partidarios de la mecánica cartesiana con los seguidores de Isaac Newton, padre de la física moderna, sobre la verdadera forma de la tierra. Los primeros sostenían que el globo estaba elongado en los polos, mientras que los segundos pensaban todo lo contrario. Las mediciones de Jorge Juan fueron comparadas con las de otra expedición francesa a Laponia y se pudo concluir que la tierra está achatada en sus extremos norte y sur, confirmando empíricamente que los cuerpos pesan menos en el ecuador.

FELIPE BAUZÁ Y CAÑAS

La ponencia sobre Felipe Bauzá corrió a cargo del capitán de fragata José Andrés Espuela Santos, quien destacó su enorme importancia como cartógrafo en contraposición a la escasa información que existe sobre su figura. La mayoría de documentos consultados por el ponente tienen más de 100 años, lo que da idea del injusto olvido en el que ha caído este científico mallorquín.

Bauzá ingresó a los 15 años como piloto meritorio en la Escuela de Navegación de Cartagena y muy pronto empezó a mostrar interés por la ciencia. Tras participar en 1782 en el famoso sitio de Gibraltar, en el que también estuvo presente su paisano el teniente general Antonio Barceló, su carrera profesional dio un bordo radical. En 1785 fue destinado al desarrollo del proyecto de Atlas Marítimo de España, bajo el mando del director de la Academia de Guardamarinas de Cádiz y en el que participó el explorador Alejandro Malaspina.

José Andrés Espuela subrayó que el citado atlas “fue uno de los retos científicos más importantes del momento, pues supuso la confección de la cartografía costera española y la determinación del perímetro peninsular. La obra fue publicada en 1789 y se considera que la preparación de los grabados sobre las planchas de cobre realizada por Bauzá resultó “fundamental”.

El gran nivel del marino mallorquín en el ámbito de la geografía matemática no pasó desapercibido en su tiempo, lo que le llevó a ser nombrado cartógrafo jefe de la expedición científica de circunnavegación liderada por Malaspina. Bauzá tuvo ocasión de aplicar sus conocimientos como delineante de cartas náuticas y de obtener experiencia en materias como la geodesia y la astronomía. La travesía, bautizada como “Viaje Científico y Político Alrededor del Mundo”, se prolongó desde 1789 hasta 1794 y fue un éxito rotundo, aunque han hecho falta más de 200 años para su pleno reconocimiento.

España vivía en aquel tiempo una situación política especialmente convulsa. Las intrigas eran frecuentes y la suerte de personajes ilustres podía cambiar de un día para otro. El encarcelamiento de Malaspina en 1795, acusado de conspiración por Manuel Godoy (mano derecha del Rey Carlos IV), dio al traste con la publicación de la enciclopedia de los dominios ultramarinos españoles y fue el heraldo de una época oscura que aún estaba por venir.

Felipe Bauzá fue puesto al frente del Depósito Hidrográfico en 1797 y se dedicó a tiempo completo a la elaboración de mapas, cartas y planos de todo el mundo para su uso por los navíos mercantes y de guerra, pero la invasión napoleónica de 1808 le obligó a trasladarse a Cádiz, donde asumió los principios liberales. Esta conciencia política habría de marcar su destino.

Bajo el trienio liberal recibió el encargo de división territorial del reino de España, así como de trazar su red de comunicaciones. Esta estructura política de 52 provincias entró en vigor en 1822, pero apenas estuvo vigente un año. La reacción absolutista y el desgraciado regreso de Fernando VII al trono de España supuso su derogación y equivalió a tirar por la borda una labor científica ingente. Por si fuera poco, Bauzá fue condenado a morir ejecutado en el garrote vil bajo infundados cargos de traición y no tuvo más remedio que huir a Inglaterra, donde pasó los últimos años de su vida.

Murió en Londres en 1834.Allí fue enterrado con todos los honores tras ser amnistiado por María Cristina de Borbón, la Reina Gobernadora. Una isla de Nueva Zelanda lleva hoy su nombre. En Mallorca, la tierra que le vio nacer, su recuerdo se limita a una calle secundaria cerca del paseo del Borne y a un retrato en el Salón de Plenos del Ayuntamiento, junto al resto de hijos ilustres de la ciudad. En los libros de texto de los estudiantes locales ni se le menciona.

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