Ilustración de la portada del libro editado por Zenda.
Por un lado tenemos a Joseph Conrad -por el que sentimos devoción en esta casa- y por otro lado está Zenda, la editorial especializada en libros de aventuras de la que les hemos hablado ya en Gaceta Náutica. La intersección de ambos conjuntos se llama Juventud y es el último lanzamiento de Zenda Edhasa. La verdad es que sigo esperando que publiquen Ivanhoe y me descoloca un poco este relato de Conrad que ocurre en el mar (¡bien!), superan tormentas (¡bien!) y llegan hasta Oriente (¡bien!), pero no es realmente una aventura.
Marlow, el protagonista de este y otros relatos del autor, cuenta todas las dificultades que pasa él cómo tercer oficial, la tripulación y el barco en un viaje a Bangkok. Y con esto ya estaría, si fuera solo una novela de aventuras.
Es una suerte que Conrad le dé una vuelta a todo, que los otros dos oficiales sean un señor mayor -el capitán con su primer mando- y un señor -el segundo- como muestra de la edad adulta, que los intentos por salir de Inglaterra no sea otra cosa que la infancia, que cruzar medio mundo con tormenta y aferrarse a la bomba de achique sea la juventud y que el llegar a Java, que ni si quiera es el destino original y hacerlo tras el incendio y hundimiento del Judea, sea la edad adulta. Es reveladora la imagen de verse observado por un grupo de malayos, tan extraños a Marlow como un grupo de adultos a un adolescente al despertarse después de una juerga.
Tenemos la suerte de que cada vez que Marlow cuenta por qué sigue adelante es por la Juventud -así, con mayúscula- que le empuja a hacer las cosas por muy cuesta arriba que se pongan, como cuando empiezas una carrera que no es la tuya pero no la dejas, como cuando un verano trabajas de limpiaplatos sólo por cuatro duros que, realmente, no te hacen falta pero quieres probarte que eres un adulto. A lo mejor sí es una aventura el enfrentarte a la vida sólo por verte ahí. Sí, es una historia de aventuras este libro.
Lo cierto es que el leit motiv de la obra de Conrad es la Responsabilidad -esto es con mayúscula de verdad, miren a Lord Jim- y aquí el personaje no parece ser consciente de lo que le toca, ni si quiera cuando accidentalmente recibe el mando de un bote de 14 pies, un 420 ni más ni menos, y lo apareja y lo hace correr por la alegría de vivir de los jóvenes. Juventud es la contraparte perfecta de La línea de sombra, de la que creo que ya se habló en esta columna anteriormente. Un planazo para este Sant Jordi leer ambos relatos y enfrentar la responsabilidad a la juventud, la vida en sí misma.