La necesidad de implantar una asignatura del mar en las escuelas

Nunca hay que tener prisa, como Ulises, hay que disfrutar de los lugares y de la belleza que nos ofrece el mar para llegar a buen puerto

El pasado día 10 de abril, invitada por la directora de Gaceta Náutica, Elena Pipó, tuve la oportunidad de asistir al primer Foro de Seguridad en la Náutica de Recreo. Poco más tengo que añadir al respecto, ya que los medios de comunicación y la prensa dieron buena cuenta del evento, tan oportuno como necesario en unas islas, dónde la náutica de recreo forma parte de su idiosincrasia y del disfrute de todas las escalas sociales.

Puedo recordar mi época de los años 90 en la que tenía un pequeño velero llamado Ítaca. Elegí el nombre en memoria del complicado viaje de Ulises para retornar a su hogar y a su patria, Ítaca, y poder reencontrarse con los suyos y con su amada esposa Penélope, después de haber partido para la guerra de Troya 20 años atrás.

Durante más de una década disfruté navegando por todas las Islas con el Ítaca. Al igual que Ulises, me encontré en infinidad de ocasiones con monstruos marinos, así percibía entonces aquellas impresionantes olas que empujaban y sobrepasaban la popa de mi pequeño velero saliendo de la Isla de Cabrera, o cruzando el maldito canal de Menorca con vientos huracanados y con el temor de no llegar a buen puerto como ha sucedido a lo largo de la historia de la navegación en ese famoso triángulo de las Baleares.

También recuerdo lo que en principio podría ser un apacible baño en alta mar y verme rodeada de un ejército de medusas con el consiguiente dolor en el cuerpo durante varios días. Estas y muchas historias comunes a los navegantes más experimentados ponen a prueba la serenidad necesaria para decidir el rumbo a seguir o capear el temporal al abrigo de alguna cala o pequeño puerto del litoral.

El Ítaca estaba amarrado en el pantalán K del Club Náutico Portixol, dónde compartía espacio y tiempo con los armadores de pequeñas embarcaciones, tipo velero o llaüt, que día tras día salían a pescar o a darse un baño después de su jornada laboral, al igual que solía hacer yo misma acompañada por una pequeña tropa de marinería aficionada. En la barra de un pequeño quiosco/bar, que con el tiempo desapareció, se hacían tertulias sobre el estado del mar a las que yo prestaba mucha atención y sobre todo me dejaba aconsejar ante la disyuntiva de salir a navegar o quedarme en el puerto compartiendo historias de viejos lobos de mar.

Una experiencia enriquecedora con gente sencilla del mar, muchos ya jubilados, que cuidaban y mimaban su pequeña embarcación, al igual que cuidaban de mí, porque no era frecuente en la época ver a una mujer gobernando un barco de recreo. Aparte de los monstruos marinos, siempre encontré mucha paz en la navegación a vela, la brisa sobre la piel, el romper de las olas sobre la amura del Ítaca, la bola de fuego saliendo del mar a las cinco de la mañana en Cabo Salinas o los atardeceres mágicos teñidos de rojo cuando el sol desaparece tras la línea del horizonte.

Aunque en aquellos años las medidas de seguridad carecían del rigor actual, siempre pensé, al igual que Ulises, que tenía que llegar a puerto en las mejores condiciones y velar por la seguridad de la tropa de aficionados que me acompañaba. Después de haber tomado nota de la previsión del tiempo y de la singladura para llevar a cabo, lo primero que hacíamos antes de zarpar era asegurar y estibar todo lo que había a bordo, comprobar el buen funcionamiento del motor, del velamen y las drizas, la sentina, el depósito del agua y de la gasolina. Afortunadamente nunca tuvimos que lamentar algún incidente grave. Motivos laborales y familiares relegaron a un segundo plano el Ítaca, que años más tarde pasó a manos de unos amigos de Menorca.

Volvamos al punto de partida: la seguridad en la náutica de recreo. Todos los ponentes estuvieron magníficos y aportaron grandes medidas para mejorar la seguridad en la navegación, máxime, teniendo en cuenta que además de los pequeños armadores de recreo, en la época estival hay un gran movimiento de grandes yates, muchos de ellos a cargo de empresas de la industria del chárter, que se alquilan con o sin patrón. Se hizo mucho hincapié sobre la responsabilidad de las empresas en proporcionar la máxima información sobre los elementos de seguridad y su manejo.

Sin embargo, esa sensación de evasión y libertad que ofrece el mar y la navegación, en ocasiones se convierte en una desconexión de la realidad y se pierde la noción del riesgo que conlleva todo ello. En el turno de preguntas del foro, recalqué la necesidad de implantar una asignatura del mar en las escuelas, incluso desde la primera infancia. Este interés responde a dos cuestiones; por una parte, fomentar el amor por el mar y las posibilidades que nos ofrece como fuente de riqueza y de vida en todos los aspectos y, por otra, enseñar a los más pequeños a respetar las condiciones y riesgos que se pueden presentar.

El mar no es solamente un lugar de diversión, ni la playa únicamente para hacer castillos de arena. Basta conocer las estadísticas de cada año de menores que han perecido en el mar y barcos que han naufragado o desparecido, para entender la importancia de una formación temprana. No hay que fomentar el miedo, sino el respeto: como dice el famoso refrán marinero “la mar fa forat i tapa”.

En este sentido, quiero poner en valor la ingente labor de la dirección del Museo Marítimo de Mallorca (MMM), su labor docente en escuelas y grupos escolares que visitan instalaciones y lonja del pescado, entre otras. También durante el período inmediato a la Pandemia de la COVID, desde el MMM se organizaron charlas online en diferentes colegios para hablar sobre la seguridad en el mar y la navegación, en las cuales participé.

Mi percepción sobre ello se resume en tres importantes ejes:

  • La seguridad del medio en el que nos movemos, cuya responsabilidad pertenece a las Administraciones públicas, al Estado, Comunidad o territorio al que pertenece la zona (delimitaciones para bañistas, señalizaciones, boyas, avisos de riesgo, entre otros).
  • La seguridad en el medio de transporte, sea comercial, de mercancías, de pesca, científico, de recreo, vela ligera, patinete, surf, etc. Depende de la empresa, armador o propietario de cualquiera de ellos para que estén en buenas condiciones de navegabilidad.
  • La seguridad relacionada con nuestra conducta. Depende del cumplimiento de las normas establecidas y el respeto al medioambiente, asumiendo la responsabilidad y el respeto hacia el mar, a las señales marítimas, a la embarcación, y hacia todas las personas que comparten el espacio común, en especial en navegaciones largas. En relación a ello está la responsabilidad personal, que implica formación y sentido común.

Nunca hay que tener prisa, como Ulises, hay que disfrutar de los lugares y de la belleza que nos ofrece el mar para llegar a buen puerto.

Lola Pujadas

Delegada Regional de la Real Liga Naval Española en Baleares

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