
Foto de los restos del Titanic realizada por un ROV. / Adobe Stock.
El naufragio del Titanic se ha cobrado sus últimas cinco víctimas con la implosión, ya confirmada por las autoridades de Estados Unidos, del sumergible ‘turístico’ Titan. El suceso se produjo el pasado domingo, durante la maniobra de descenso del aparato hacia el punto donde se encuentra depositado el pecio más famoso del mundo, a 3.800 metros de profundidad. Los equipos de rescate han informado de la presencia de restos del pequeño submarino a media milla de la proa del Titanic. Todo apunta a que una fisura en el casco provocó lo que técnicamente se conoce como una “implosión instantánea catastrófica” debida a la fuerte presión del agua, que aumenta en una atmósfera por cada diez metros de profundidad.
Los fallecidos en el accidente son Stockton Rush -CEO de la compañía OceanGate, armadora del sumergible-, el magnate británico de origen paquistaní Shahzada Dawood y su hijo Suleman, y dos exploradores: el británico Hamish Harding, presidente de la empresa de Action Aviation, y el francés Paul-Henry Nargeolet. Los cuatro ‘pasajeros’ habrían pagado alrededor de 250.000 dólares cada uno para poder contemplar el vivo los restos del Titanic.
OceanGate, con sede en Washington, había logrado completar hasta la fecha 200 inmersiones en aguas profundas sin incidencias reseñables. Sin embargo, su propietario había sido advertido hace cinco años sobre los riesgos que conllevaba el “enfoque experimental” de la compañía y la posibilidad de que pudiera producirse un accidente grave -como así ha ocurrido-, según una información publicada días atrás por el diario The New York Times, que tuvo acceso a una carta firmada por tres decenas de representantes del sector de los vehículos submarinos.
La tragedia del Titanic sigue generando, 111 años después, una enorme atracción y es objeto de constantes recordatorios y revisiones. Este interés se renovó a partir del hallazgo del pecio en 1985 por parte de una expedición del oceanógrafo y científico marino estadounidense Robert Ballard, pionero en el uso de vehículos submarinos operados a distancia (ROV).
El estreno en 1997 de la película Titanic, dirigida por James Cameron y protagonizada por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, contribuyó a un mayor conocimiento de la historia y desató una verdadera fiebre sobre el que, sin duda, es el naufragio más famoso de la historia. Sin el impacto global de esta cinta, que a su vez tiene su origen en el descubrimiento de Ballard, no se entendería el surgimiento de empresas destinadas a realizar excursiones turísticas premium bajo la presión de 380 atmósferas, con el peligro que ello comporta.
GRANDES NAUFRAGIOS
Con todo, el naufragio del Titanic no es la peor tragedia marítima de la historia. El mayor desastre en número de víctimas se produjo 1945 durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el transatlántico alemán MV Wilhelm Gustloff fue torpedeado en el Mar Báltico por un submarino soviético. El barco era utilizado como buque de evacuación para civiles y militares que huían de los avances del Ejército Rojo soviético. Murieron 9.000 personas, 7.500 más que en el Titanic.
España tiene también su propio “Titanic”. El transatlántico Príncipe de Asturias se hundió el 5 de marzo de 1916 en la costa de Brasil tras chocar contra una roca sumergida en aguas poco profundas durante una tormenta. El impacto causó daños graves y el barco se fue a pique sin que apenas hubiera tiempo de arriar los escasos botes salvavidas que llevaba a bordo. Se calcula que perdieron la vida alrededor de 450 personas.