
Si la administración es un tiburón, el sector tiene que aprender a cooperar para defender sus intereses.
Estábamos en la autocrítica (que pocos hacen) de no analizar, prever y unirse lo suficiente. El mundo occidental aprendió la lección y modificó sus estrategias descartando lo infalible (que el Covid se cargó en un par de meses y no aflojó durante dos años) y adoptando las alianzas estratégicas para reducir la posibilidad de ser pillado in fraganti por alguna situación no controlable, y no poder defenderse y tener que aguantar el mal trago solo. Esto está sucediendo tanto en las multinacionales como en la pequeña empresa y autónomos. Por ejemplo: una hamburguesería podría aliarse con una panadería y una carnicería, con quienes acordaría vender equis hamburguesas diarias. Los tres se asegurarían esas ventas, y cada uno ser cliente prioritario de los otros dos. Ajustar precios, variedad y calidades serían las acciones inmediatas para llevar a cabo. Y si el negocio cae, mejor ser tres para pensar una salida que tener que buscarse la vida solo.
Hace una semana terminé de leer un libro llamado Reimagining Industry Growth, de Daniel Varroney, un consultor de estrategia de empresas en USA. Narra cómo cinco industrias, entre ellas la industria náutica, crecieron y se fortalecieron potenciando las asociaciones del sector, aplicando la transparencia y contratando directores generales con probada trayectoria y conocimiento, no de náutica, sino de gestión. Nos lleva de la mano a través del impacto de la pandemia y de cómo las cinco, náutica, asfalto, panaderías, automatización y congelados, consiguieron no solo salir airosas sino más eficientes, con mejores condiciones para trabajadores, y con normativas más ajustadas al día a día del negocio. ¡Qué lejos estamos de ello, y cómo duele!
Sí, EUA es un mercado propio de 320 millones de personas, pero en Europa somos 720 millones, y algunos países, sobre todo en el norte, ya están adoptando estas prácticas. Aquí, ANEN comenzó con muy buen pie aplicando esos principios, pero unos años después revirtió al modelo más tradicional de hacer lo necesario sin mosquear demasiado a la administración. Consigue, pero una fracción de lo que se necesita.
SYBass, Asociación de Astilleros de Superyates, se creó en 2007 en Holanda. Theo Hooning, su fundador, es economista y estuvo 14 años a cargo de las asociaciones automovilísticas y de camiones del centro de congresos de Ámsterdam. Hooning sigue hoy en su puesto de secretario general de SYBass, que agrupa 22 astilleros de yates mayores de 40 metros de Holanda, Inglaterra, Alemania, Italia, Emiratos Árabes, USA, Finlandia, Turquía, Taiwán y Australia. No hay puerta que SYBass no consiga abrir, y la mayoría de la normativa actual para superyates se analiza y comenta por esta asociación, que además forma parte de IMO, la organización Marítima Internacional. Sí, costó mucho dinero ponerla en marcha, pero hoy los beneficios son cuantiosos. Mientras tanto, nosotros en Baleares, líderes en náutica de A a Z seguimos llorando por el impuesto de matriculación.
La tradicional justificación de que «es complicado» solo habla mal de quien la enuncia y pone en evidencia las pocas ganas de hacer el esfuerzo. Esto ya lo he dicho antes, pero no termina de colar ni de encontrar defensores de hacer causa común, y crear una representación que la administración no pueda ignorar. Esto de no poder ignorar no significa que digan a todo que sí, sino que la náutica plantee sus necesidades, reconozca las limitaciones de la administración (protocolos medievales) y juntos lleguen a dar pasos que sean aceptables para ambos. Soy un romántico, pero lo que estoy planteando en este artículo sólo necesita querer hacerlo, que es más del 50% de lo necesario.