El galeón que iba a dominar los mares y naufragó el primer día

El Vasa iba a ser el barco más poderoso de la pujante Armada sueca del siglo XVII pero se fue a pique por falta de estabilidad

El Vasa luce su belleza en el museo que se creó específicamente para albergarlo. Fotografía: Javier Kohen / Wikimedia Commons:

Estaba destinado a ser el orgullo de la pujante Suecia del siglo XVII que se había convertido en una potencia mundial gracias a la expansión conseguida bajo el mando del Rey Gustavo II Adolfo. Sin embargo, se convirtió en la vergüenza de la nación y permaneció más de tres siglos hundido bajo las aguas hasta conseguir recuperar su esplendor. La fortuna ha permitido que el buque pueda ser hoy contemplado de nuevo por las nuevas generaciones tras resurgir de las aguas en un estado milagrosamente bueno después de pasar más de 300 años sumergido en las frías aguas del Mar Báltico. Poca gente en nuestro país conoce la triste historia del Vasa, el magnífico galeón que iba a convertirse en insignia de la armada sueca y que sin embargo se fue a pique minutos después de su botadura segando la vida de treinta personas el 16 de agosto de 1628.

Todo en el Vasa era impresionante. Más de mil robles fueron escogidos en los bosques suecos expresamente para formar parte de este magnífico buque. Contaba con 69 metros de eslora, 11,7 de manga y más de 1.200 metros cuadrados de velamen y dos puentes armados con un total de 64 cañones y que con toda probabilidad fueron el origen del desastre.

Gustavo II Adolfo sucedió a su padre en 1611 y enseguida emprendió una serie de reformas que modernizaron tanto el país como sus ejércitos. En el sentido meramente militar sustituyó los habituales contingentes de mercenarios profesionales por un ejército nacional tras imponer en 1621 el servicio militar obligatorio. Las fuerzas armadas suecas se convirtieron en unas de las más modernas y eficientes de ese siglo XVII en el mundo. Suecia consiguió durante esa época garantizar su salida al Mar del Norte tras imponerse en el conflicto con Dinamarca por la hegemonía en la zona, cerró el acceso a Rusia al Mar Báltico tras conquistar Finlandia, Carelia (hoy en la frontera entre Finlandia y Rusia) y la desembocadura del Neva, y arrebató a Polonia zonas como Livonia o algunas localidades de la Prusia Oriental.

El rey era perfectamente consciente del papel de la Armada en las guerras no solo en el enfrentamiento directo en batallas navales sino por su papel logístico de transporte de tropas por lo que emprendió la modernización de la flota sueca para establecer un férreo control naval del Mar Báltico.

El Vasa y el Tre Kronor (Tres Coronas) iban a ser las joyas de esa moderna Armada sueca y su objetivo es que fueran los navíos mejor armados del mundo. Los carpinteros de los astilleros de Estocolmo trabajaban a tiempo completo para satisfacer las exigencias de su monarca, que fue el que pidió, cuando el proyecto ya estaba configurado, que se incorporara un segundo puente de cañonería al Vasa para proporcionarle una mayor potencia de fuego. Esa ambición fue al final su propia condena. Cuando el Vasa estuvo terminado el puente inferior de cañonería quedaba demasiado cerca del agua. La improvisada solución que se le ocurrió al almirante Fleming para solventar este problema fue cargar solo la mitad del lastre previsto. Este parche, probablemente forzado para no azuzar la impaciencia del rey, elevó el centro de gravedad de la nave y la dejó en un sutil equilibrio.

La leve brisa que soplaba el día de la botadura bastó para doblegar la estabilidad del Vasa. El barco escoró, el agua empezó a entrar por las troneras del puente inferior de cañonería y en solo 15 minutos ya se había ido a pique llevándose consigo la vida de más de treinta personas que iban a bordo en ese momento.

Las posibilidades de la tecnología de la época dejaron claro desde el primer momento que no sería posible recuperar el galeón por lo que quedó sumergido durante más de 300 años en el olvido y en las frías aguas del Mar Báltico. Precisamente esas frías aguas y la baja salinidad han sido las que han permitido su conservación pues las bajas temperaturas impiden la proliferación de los organismos que acaban por descomponer la madera en otros casos de naufragios. Al igual que pudimos comprobar a principios de 2022 cuando las cámaras submarinas descubrieron casi intacto el casco del Endurance de la expedición de Ernest Shackleton sumergido desde 1914 en aguas cercanas a la Antártida, el frío se convierte en aliado de los cascos de madera de estos barcos que pertenecen ya a la historia.

No fue hasta 1956, más de tres siglos después del naufragio, cuando un arqueólogo aficionado, Anders Franzen, consiguió localizar el pecio tras tres años de búsqueda. No fue fácil el reflotamiento, pero el 24 de abril de 1961, Suecia entera se paralizó para contemplar en directo en televisión cómo el Vasa volvía a resurgir de su tumba 333 años después de su deshonroso naufragio.

Tras un largo y complicado tratamiento para evitar su descomposición una vez retornado a la vida, el Vasa luce hoy en pleno esplendor en el Museo Vasa de Estocolmo, un centro de exposición específicamente destinado para mostrar la belleza del barco del siglo XVII mejor conservado del mundo y donde cualquiera que visite la capital de Suecia puede conocer su extraordinaria a la vez que triste historia.

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